Un espacio de guía, reflexión y crecimiento profesional
Como terapeutas, acompañar a otros implica también un compromiso profundo con nuestro propio proceso.
La supervisión te ofrece un lugar seguro para revisar tu práctica clínica, fortalecer tu mirada terapéutica y crecer profesionalmente con una base sólida, ética y humana.
- Las horas supervisadas pueden acreditarse para la Asociación Española de Terapia Gestalt (AETG)
PRESENCIA Y TÉCNICA
¿Para qué sirve la supervisión?
Profundizar en los casos que acompañas
Revisar herramientas y enfoques terapéuticos
Explorar la transferencia y contratransferencia
Observar cómo te afecta cada proceso
Crecer como profesional, sin dejar de ser tú
MI LABOR
¿Qué puedes trabajar en supervisión?
En este acompañamiento, se abordarán cuestiones derivadas de la relación terapéutica y se revisarán y analizarán técnicas y teorías, así como los elementos transferenciales y contra-transferenciales. También trataremos los procesos emocionales del supervisado.
Aquí te muestro algunos ejemplos que suelen compartir los participantes:
- “Para mantenerme en un lugar neutro”
- “Para no querer salvar al otro”
- “Para no poner a mis padres en todos”
- “Para no proyectar asuntos inconclusos”
- “Para sentir una guía de cómo avanzar”
ACOMPAÑA CON PRESENCIA Y EFECTIVIDAD
Supervisión especializada en Abuso Sexual Infantil (ASI)
Este tipo de acompañamiento permite garantizar tanto la eficacia como la ética en el proceso terapéutico, asegurando una intervención respetuosa, segura y profundamente consciente con esta población tan vulnerada.
A través de la supervisión, se pueden revisar en profundidad las intervenciones realizadas, detectar posibles sesgos o errores, y recibir una retroalimentación valiosa que enriquece la práctica profesional.
Este proceso no solo mejora la calidad de la atención brindada, sino que permite al terapeuta afinar sus recursos para acompañar el trauma de forma más efectiva.
TESTIMONIOS
Historias reales de transformación, sanación y crecimiento
La terapia Gestalt es, además del darse cuenta, un ejercicio de aprendizaje y de crecimiento personal. En este proceso Alba ejerció de guía a través de su escucha, su empatía y su cercanía. Hay que ser valiente para decidirse a hacer terapia, pero cuando encuentras a un buen profesional el camino es mucho más sencillo y fructífero.
En el momento más difícil de mi vida —la enfermedad y pérdida de mi padre— Alba, me acompañó desde el dolor más profundo, hasta la alegría de dar vida a mi primera hija. Gracias a su escucha sin juicio y su forma de acompañar, aprendí a conocerme, a soltar vínculos que me hacían daño, a dejar de depender de los demás, a decir “no”, a confiar en mí y a darme el valor que merezco. Aprendí a vivir con autenticidad, a llorar cuando lo necesito y a no vivir para complacer a los demás.
Llegué a la Gestalt en un momento de confusión, sin saber bien qué buscaba, pero con la necesidad de entenderme. Con Alba aprendí a ver mis miedos, mis patrones y a dar pasos que antes no creía posibles. No fue fácil, pero su presencia cálida y sin juicio me sostuvo. En ese espacio seguro pude ser yo, con todo lo que traía. Y eso me dio fuerza. Siempre llevaré conmigo lo que aprendí en ese proceso. Gracias, Alba.
Comprometerme con Alba acepté un camino duro, pero transformador. Reviví recuerdos de abuso infantil que me habían envenenado el día a día y, al sacarlos a la luz, sentí una liberación profunda. Con su acompañamiento aprendí que no soy solo esa herida: la niña que calló no tuvo la culpa. Hoy la protejo, la miro con ternura y dejo de exigirle silencio. He recuperado mi cuerpo, mis límites y la confianza para amar sin miedo ni vergüenza. Ya no grito por defensa ni me presiono para ser merecedora de afecto. Ahora sé respetarme, aceptarme y quererme; desde ahí, todo comienza.
Llegué a terapia con Alba cargando años de dolor que había intentado enterrar. Me sentía bloqueado, incapaz de entender o expresar lo que me pasaba. Poco a poco, con su acompañamiento, empecé a conectar conmigo mismo. Alba no me dio respuestas, me ayudó a encontrarlas dentro de mí. Aprendí a poner palabras a mis emociones, a dejar de esconderme y a transformar patrones que me hacían daño. Hoy me siento más libre, más consciente y más capaz.